EN QUÉ CREEMOS
Principios Doctrinales de la Asamblea Apostólica de la Fe en Cristo Jesús
“Sin profecía el pueblo se desenfrena; Mas el que guarda la ley es bienaventurado
(Proverbios 29:18).”
Creemos que los 66 libros de la Santa Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, son el canon completo de las sagradas escrituras. Creemos que Dios preserva su palabra a través de los siglos para la salvación y edificación de su iglesia en todo el mundo. “Dios habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el hijo, a quien constituyo heredero de todo por quien asimismo hizo el universo,” (Hebreos 1:1-2).
Este Dios es el Creador de todo lo que existe, sea visible o invisible. Es eterno, Infinito en poder, Santo en su naturaleza, atributos y propósitos. El posee una Divinidad absoluta e indivisible; es Infinito en su Inmensidad, Inconcebible en su modo de ser e Indescriptible en su Esencia; conocido completamente sólo por sí mismo, porque una mente infinita solo se puede comprender por sí misma. No tiene cuerpo ni partes y por tanto está libre de todas las limitaciones.
El primer mandamiento de todos es: “Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es” (Marcos 12:29; Deuteronomio 6:4). “Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios…” (1 Corintios 8:6).
Creemos que en Jesucristo se mezclaron en una forma perfecta e incomprensible los atributos divinos y la naturaleza humana. Se llama el Hijo del Hombre porque El nació de la Virgen Maria en cuyo vientre tomó forma de hombre, y adquirió así su naturaleza humana. Se llama el Hijo de Dios porque fue engendrado del Espíritu Santo y participó así de la naturaleza divina. Él era humano a través de Maria, en cuyo vientre tomó la forma de hombre. Él es divino por medio del Espíritu Santo quien engendró a Maria. Así, se llama el Hijo de Dios e Hijo del Hombre.
Por tanto creemos que Jesucristo es Dios “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”, (Colosenses 2:9). Y creemos que la Biblia da a conocer todos sus atributos. Es Padre Eterno, a la vez es un niño que nos es nacido (Isaías 9:6). Es Creador de todo (Colosenses 1: 16, 17; Isaías 45:18). Es Omnipresente (Juan 3:13; Deuteronomio 4:39). Hacía maravillas como Dios Todopoderoso (Lucas 5:24-26; Salmos 86:10). Tiene potestad sobre el mar (Marcos 4:37-39; Salmos 107:29,30). Es el mismo siempre (Hebreos 13:8; Salmos 102:27).
Creemos, además que la demostración de que una persona ha sido bautizada con el Espíritu Santo, son las nuevas lenguas o idiomas en que el creyente puede hablar y que ésta señal es también para nuestro tiempo.
Creemos también que el Espíritu Santo es potencia que permite testificar de Cristo (Hechos 1:8) y que sirve para la formación de un carácter cristiano más agradable a Dios (Galatas 5:22-25). El mismo Espíritu da dones a los hombres, que sirven para la edificación de la Iglesia (Romanos 12:6-8; 1 Corintios 12:1-12; Efesios 4:7-13). No aceptamos que haya en ningún hombre la facultad de impartir a otro algún don, pues “todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1 Corintios 12:11). “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo” (Efesios 4:7).
Todos los miembros de la Asamblea Apostólica de la Fe en Cristo Jesús deben buscar el Espíritu Santo y tratar de vivir constantemente en el Espíritu, como lo recomienda Romanos 8:5-16; Efesios 5:18; Colosenses 3:5.
El Señor, al terminar de tomar una cena con sus apóstoles celebró un acto que de momento los maravilló y que fue el lavatorio de pies. Al terminar este acto, el Maestro explicó a sus discípulos el significado de él, y les recomendó que se lavasen los pies los unos a los otros. La Iglesia practica este acto en combinación con la Cena del Señor o indistintamente como un acto de humildad y confraternidad cristiana (1 Timoteo 5:10).
Creemos también que habrá resurrección de injustos pero estos despertarán del sueño de la tumba sólo para ser juzgados y oír la dura sentencia que los hará herederos del fuego eterno (Mateo 25:26; Juan 5:29; Apocalipsis 20:12-15; Marcos 9:44; Daniel 12:2).
Al terminarse este juicio, los cielos y la tierra que hoy existen serán renovados por fuego y los fieles habitarán en la Nueva Jerusalén. La dispensación cristiana habrá terminado y entonces Dios volverá a ser todas las cosas en todos (Daniel 7:8-10, 14, 18; 1 Corintios 6:2,3; Romanos 2; 16; 14; 1 Corintios 5:10; Apocalipsis 20:5-15; 21:1-6).
Creemos que la Sanidad Divina se obtiene por la fe y que en caso de que algún hermano tenga necesidad de someterse a los cuidados y ministraciones de la ciencia médica, los demás no deben criticarlo, sino considerarse a sí mismos y guardarse de encontrar condenación con lo que ellos mismos aprueban (Romanos 14:22). Recomendamos que los miembros y ministros de nuestra Iglesia se abstengan de lanzar críticas indebidas a la ciencia médica, cuyos adelantos nadie puede negar y que se originan en la habilidad que Dios ha dado a los hombres para ir descubriendo los secretos del funcionamiento del organismo humano. Al mismo tiempo, los exhortamos a que no se opongan a las campañas de higiene, vacunación y limpieza que sean iniciadas por el gobierno, sino que, por lo contrario, colaboren decididamente en los lugares donde sea posible.
Sin embargo en la práctica de la santidad, creemos que debe evitarse toda clase de extremismos, ascetismos y privaciones que tienen cierta reputación de sabiduría, en culto voluntario y humildad y en duro trato de la carne, la cual es sombra de lo por venir, mas el cuerpo es de Cristo (Colosenses 2: 17,23). En lo que respecta a alimentos, sabiendo que “todo lo que Dios creo es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias” (1 Timoteo 4:4).
Creemos que el matrimonio es una unión que debe perdurar mientras viven los dos cónyuges. Al morir uno de ellos, el otro está libre para casarse y no peca si lo hace en el Señor (Romanos 7:1-3; 1 Corintios 7:39).
Creemos además, que los matrimonios deben verificarse exclusivamente entre miembros fieles. Ningún ministro deberá casar a un miembro de la iglesia con una persona inconversa. Los miembros que estando en plena comunión se casaren con una persona inconversa, deberán ser juzgados por los pastores.
Los cristianos deben tomar participación en actividades cívicas de acuerdo con su capacidad e inclinaciones políticas, pero siempre reflejando sus ideas personales y no las de la Iglesia. La Asamblea Apostólica siempre es neutral y tiene cabida para los hombres de todos los credos políticos. Al mismo tiempo, todos los cristianos, deben obedecer a las autoridades civiles y todas las leyes y disposiciones que de ellas emanen, siempre que no contradigan sus principios religiosos o los obliguen a hacer cosas en contra de su conciencia (Romanos 13: 1- 7).
Se considera un pecado, que después de haber recibido el conocimiento de la verdad, haber sido hechos nuevas criaturas en Cristo Jesús, participar en acciones o actos diferentes a aquellos recomendados por la Divina Palabra de Dios (Hebreos 6:4-9; 10:26, 27).
Par lo tanto, se aconseja a todos los miembros que de acuerdo al dictamen de su conciencia, sirvan libremente a su patria, en tiempo de paz o de guerra, y prestar servicio, no importando cuán duro o peligroso sea en todas las capacidades NO COMBATIENTES. La Doctrina enseña que se ore porque tengamos siempre hombres de Dios como gobernantes y orar por ellos para que tengan siempre la sabiduría Divina y para que como nación, seamos guardados fuera de la guerra, con honor y vivir en paz continuamente (1 Timoteo 2:1-3).
Sabiendo que la obra de Dios no tan sólo tiene aspecto espiritual, sino también material, creemos que es necesario reglamentar la manera en que se adquieran y distribuyan los fondos necesarios para responder a las necesidades materiales de la obra.
Creemos también que, aunque el llamamiento al ministerio es de origen Divino, la Palabra de Dios contiene suficientes enseñanzas sobre los requisitos que debe llenar la persona que vaya a servir en el ministerio y que corresponde a los gobiernos eclesiásticos debidamente organizados examinar a los candidatos al ministerio y determinar cuándo son dignos de aprobación, y la tarea a que se deben dedicar (Hechos 1:23-26; 6:1-3; 1 Timoteo 3:1-lo; 4:14; 5:22; Tito 1:5-9).
Creemos además, que el Espíritu Santo usa al ministro en distintas formas, según las necesidades de la obra de Dios y la capacidad y disposición personal del ministro. Nadie puede ser colocado en una posición más elevada que aquella a que se haga merecedor (1 Timoteo 3: 13; Romanos 12:3).
Creemos que el obispado es el cargo más elevado en el ministerio y que a quienes lo ocupan, se les debe dar muestras especiales de consideración y respeto, sin menoscabo de los que ocupan posiciones de menor responsabilidad.
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.