Francisco F. Llorente
General Pastor (1925 -1928)

 

De Pintor a Predicador

Francisco F. Llorente (1886 – 1928) nació el 9 de marzo de 1886 en la ciudad costeña de Acapulco, Guerrero, México. Fue el primer Obispo Presidente de la Asamblea Apostólica y el único de morir en este cargo. Un pintor, inmigró a los Estados Unidos en 1909. El Señor lo alcanzó por el Ministro Juan Navarro y el lo bautizó en el Nombre de Jesús en 1912. El estableció varias iglesias, concentrando sus fuerzas en las ciudades mas grandes de California: San Francisco, Los Ángeles y San Diego. Muchas personas caían en bendición cuando predicaba y los milagros lo seguían. El hermano Llorente fue autor de muchos himnos, incluyendo «Jesús me habló». Su primera esposa fue la hermana Delfina Raygoza con quien tuvo tres hijos.

Primer Obispo Presidente

Un líder reacio, sus ministros colegas lo eligieron como Pastor General en 1925 en la primera Convención General celebrada en San Bernardino, California. Después de esta primera Convención, nuestro hermano Nava casó al hermano Llorente con la hermana Juanita Peachy. El hermano Llorente dirigió las primeras tres Convenciones de 1925 a 1927, proveyó a los primeros ministros credenciales de las Asambleas Pentecostales del Mundo (P.A.W.), estableció los tres primeros distritos, levantó los primeros acuerdos de Convención y publicó nuestra primera Declaración Doctrinal. Descansó en el Señor en Yuma, Arizona el 8 de septiembre de 1928.

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Juan, 3:16

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

Juan, 13:34-35

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Hechos, 2:38